“Un hueso para el perro no es caridad. La caridad es compartir el hueso con el perro cuando se está tan hambriento como el perro.” (Jack London)
La pregunta que me gustaría que nos hiciéramos es; ¿Cómo respondemos ante una acción de dadiva para con nosotros? Personalmente pienso que la oportunidad de dar por gracia lo que por gracia hemos recibido no debe ser nunca desaprovechada. Tengo la absoluta certeza de que cada uno de nosotros en algún momento de nuestras vidas, hemos experimentado el favor de otra persona sin ni siquiera haberle pedido ayuda. En términos generales toda buena dadiva produce como resultado otra buena dadiva. En ingles existe un concepto llamado “paid forward” que se define como la acción de reciprocar una dadiva recibida.
Sobre el retribuir una buena dadiva y sobre el poder del dar y servir es que quiero profundizar en este breve escrito. Del valor de compartir de lo que tenemos y no de lo que nos sobra y del poder que representa regresar una buena acción con otra acción aun mayor, estaremos hablando hoy. Así que si eres de esos has experimentado la maravillosa oportunidad de un favor inmerecido, te invito a que te quedes con nosotros y juntos profundicemos sobre esta poderosa herramienta.
El famoso escritor, historiador y filósofo francés François-Marie Arouet mejor conocido como Voltaire escribió y cito;
“Yo no sé de ningún gran hombre, excepto de aquellos que han prestado un gran servicio a la raza humana.”
Por experiencias personales creo que lo que hace a un hombre grande no es su apellido, sus posesiones, sus grados académicos o su nivel social. Al hombre le hace grade su corazón, un corazón dispuesto y disponible para servir y dar a otros de todo lo que el universo le ha placido regalarle. La idea de este escrito surgió como resultado de haber sido testigo de un acto de “Paid forward” o retribución.
Les cuento que esta semana mientras me encontraba en mi hora de almuerzo junto a Zaida, una querida amiga y compañera de trabajo, allí se encontraba también un caballero en la mesa del lado, y de repente este se dirigió a la chica de la caja registradora y le dijo que no le cobrara el almuerzo al caballero que estaba por pagar porque él quería pagar su almuerzo. De más está contarles que Zaida y yo volteamos nuestra mirada hacia el caballero, y de inmediato él nos explicó el porqué de su acción.
Y esta es mi versión de la breve historia que él nos contó. Al caballero que ofreció la retribución (paid forward) le llamaremos Luis. Hace alrededor de poco más de dos años y medio, precisamente después que el huracán María azotara a Puerto Rico, llego a su negocio un caballero buscando un refrigerador. Pues Luis es dueño de un pequeño negocio de venta de enseres eléctricos usados (en segundas manos) tales como neveras, estufas (cocinas), televisores entre otros. Desde que aquel hombre cruzo la puerta (nos dijo Luis) yo sentí en mi corazón que una experiencia inolvidable sucedería.
El hombre con voz baja y una tristeza reflejada en su rostro, le pregunto que cual era el refrigerador más económico que tenía. A lo que Luis respondió que básicamente los que tenía disponibles estaban más o menos al mismo precio. Luis, le dejo saber el precio y el caballero le respondió que no tenía el dinero suficiente para pagarlo. Y fue allí donde surgió la maravillosa experiencia que finalmente se convertiría en un grandioso ejemplo del milagro de la retribución o (paid forward).
Luis sin dudarlo ni por un instante miro al caballero a los ojos y le dijo; “por favor tome el refrigerador que más le guste y no tiene que pagarme nada. Siento en mi corazón que es menester seguir el instinto que me dice que bendiga su vida.” El hombre no lo podía creer, y esta vez sin temor dejo ver sus lágrimas y estrecho la mano de Luis y le bendijo por aquel acto de amor y de misericordia. Pero lo que Luis no sabía es que allí no terminaría aquella gran historia.
Muchos meses más tarde, Luis se encontraba transitando por una carretera la cual tenía un muy pobre alumbrado. De repente su auto comenzó a fallar, Luis trato de buscar un lugar seguro a pesar de la oscuridad que le cubría, pero el auto simplemente dejo de funcionar. La desesperación y el temor sobrecogieron a Luis, porque había escuchado de algunos atracos en la zona, por la falta precisamente de un alumbrado adecuado. El tiempo pasaba y Luis no encontraba como bajarse de su auto, hasta que se armó de valor y al abrir la puerta la luz interna le alumbro. Justo en ese instante un auto que transitaba se detuvo y se fue acercando suavemente hasta donde estaba parado Luis. De repente el conductor encendió la luz interna y le pregunto a Luis que como podía ayudarle.
Luis no podía creer lo que estaban viendo sus ojos, el conductor que se había detenido era al caballero que meses antes había ido a buscar un refrigerador a su tienda y a quien él le había regalado el mismo. Ambos hombres quedaron perplejos ante aquel inusual encuentro. El caballero de inmediato se bajó de su auto y luego de intentar dar con el fallo del auto llegaron a la conclusión que era necesario llamar un servicio de grúa para llevar el auto a un centro de reparaciones. Así que el caballero decidió acompañar a Luis hasta que llegara el camión grúa y le ofreció a llevarlo hasta su casa para que no tuviera que viajar en la grúa. Por el camino el hombre no paro ni por un instante en darle gracias al cielo por haberle puesto a Luis en su camino y el poder retribuir aquel acto de misericordia que Luis había tenido para con él.
Asi que Luis volvió a quedar en deuda y el destino entonces le llevo hasta aquella sala de emergencia donde una vez más volvió a experimentar el favor de un buen samaritano vestido de médico. Resulto que Luis sintiéndose muy enfermo acudió al hospital más cercano, pero al llegar se encontró que la sala de emergencias estaba completamente llena. Luego de varias horas finalmente le pasaron con el médico, el cual al ver su cuadro clínico le pregunto si estaba acompañado, a lo que Luis respondió que estaba solo.
Dado los procedimientos médicos a los que el medico tuvo que someterle, era necesario que alguien estuviera a su lado. A lo que aquel buen hombre disfrazado de medico decidió que él personalmente se haría cargo de estar al pendiente del progreso de Luis hasta que este pudiera salir de alta del hospital. Y fue así como luego de algunos meses, el universo llevo a Luis aquella cafetería para que se encontrara nuevamente con aquel buen hombre que había tenido misericordia de él y le había extendido una mano de ayuda. Y por eso sin pensarlo ni por un instante, Luis le pago su almuerzo, y le invito a sentarse junto a la mesa. Y fue allí en la mesa donde pudo agradecerle una vez más, aquel favor inmerecido y retribuir un acto de bondad con otro acto de bondad.
La Madre Teresa de Calcuta dijo y cito;
“El que no vive para servir, no sirve para vivir”.
Yo decide hacer esta cita mía y hacerle una leve variación y así que mi cita dice;
“una vida sin servicio, es una vida sin sentido.”
Servir para mí representa las más pura y noble acción de amor. Así que retribuir un acto de bondad con otro acto de bondad es un reto que nos deberíamos imponer a diario. En las redes sociales hemos visto un centenar de retos lanzados y como la gente corren a realizarlos. Lamentablemente y en mi opinión en la mayoría de las ocasiones esos retos carecen totalmente de un sentido práctico. Sin embargo cuando hablamos de retribuir y de convertir esta acción en un reto a cumplir por todos, de seguro muchos levantaran su voz y nos tildaran de hipócritas y de buscadores de fama.
Hace mucho aprendí de un poderoso libro, que la buena acción que hace tu mano derecha no tiene por qué saberlo tu mano izquierda. El bien que hacemos por otros no hay por qué estarlo pregonando. No es necesario que nadie sepa lo bueno que hacemos, el universo que todo lo ve, estoy absolutamente seguro que le vera y nos devolverá en forma de misericordia el pago por nuestra acción.
Para mí una de las frases más poderosas citadas por la Madre Teresa es y cito;
“Cuando un pobre muere de hambre, no ha sucedido porque a Dios no le importe él o ella. Sucede porque ni tú ni yo hemos dado a esa persona lo que necesitaba”.
A la gente necesitada no le ocurren cosas buenas de forma más frecuente, porque simplemente no hay suficiente gente dispuesta y disponible para hacer el bien sin mirar a quien. Y en este mundo de las acaparadoras redes sociales, no lo hacen porque todo el bien que hacemos queremos que sea publicado para que aquellos que no nos conocen sepan de lo bueno que somos. Para hacer el bien solo hay que hacerlo, no se necesitan cámaras, ni fotos, ni videos, ni historias en Instagram o Facebook. Solo se necesita un corazón que haya reconocido que la mayoría de nosotros tenemos mucho más de lo que realmente merecemos.
Me gustaría terminar este breve escrito con una cita maravillosa también de la Madre Teresa que dice y cito;
“A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota”.
Nada de lo que usted y yo podamos hacer por nuestro prójimo es demasiado pequeño como para no ser considerado como una buena acción. Las buenas acciones no son buenas porque no sean grandiosas o porque hayamos regalado grandes cantidades de dinero o de efectos materiales. Son buenas acciones simplemente porque han nacido de un corazón agradecido que ha reconocido que no habrá terreno más fértil para sembrar que en el corazón de los hombres en necesidad.
Hoy es un buen día para lanzarnos a nosotros mismos el reto de comenzar a retribuir cada buena acción que otros hagan por nosotros. Y aunque parezca contra producente para algunos. Hoy es un excelente día para comenzar a retribuir bien por mal. Te aseguro que el mundo nos vera y poco a poco se contagiara con este nuevo virus. Algún día todos estaremos enfermos de hacer el bien y de dar por gracia todo aquello que por gracia hemos recibido.
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