“El hombre es hijo de su pasado mas no su esclavo, y es padre de su porvenir.” (Viktor Frankl)
Hace unos días conversaba con un grupo de colegas acerca de la idea de que los seres humanos, somos seres integrales. La mayoría coincidimos en que somos una combinación de cuerpo, mente (alma) y espíritu. Todo esto sin rayar en ningún concepto dogmático que promulgue ninguna organización religiosa, porque la intensión no es, y nunca será el cuestionar las creencias de nadie.
Por tanto, si establecemos que somos cuerpo, alma y espíritu, entonces para trabajar un programa de desarrollo personal y profesional, es necesario suplir las necesidades de cada uno de esos tres componentes. Para cubrir las necesidades de nuestro cuerpo no solo será necesario el aspecto nutricional, también es necesario cuidar de nuestra salud mental y física. En nuestro Puerto Rico del ayer, existió un slogan que se utilizó durante mucho tiempo para promover el deporte en los jóvenes, como herramienta para alejarlos de experimentar y hacer uso de cualquier tipo de droga, el slogan decía; “Mente sana en cuerpo sano”. Lamentablemente no solo se dejó de utilizar ese slogan, sino que las estadísticas nos revelan que hoy existe un alto por ciento de jóvenes haciendo uso de las drogas en todas sus versiones.
Pero personalmente no creo que podamos atribuir a la desaparición del slogan nuestra situación actual de pueblo. Los factores reales que han contribuido a esta alta incidencia son otros muy diferentes. Desde mi punto de vista uno de los factores principales, y muy probablemente el factor principal, ha sido la perdida masiva de nuestros valores básicos. Esto acompañado de una desintegración familiar que ha dado paso a una crianza en hogares totalmente disfuncionales. Y quiero aclarar que no hablo de la desintegración del concepto de familia nuclear (biparental), porque para mí la familia sigue siendo familia sin importar que su composición sea monoparental, adoptiva, compuesta, homoparental, etc.
Hablo de una desintegración de la familia porque hemos confundido la libertad con el libertinaje y algunos padres han mal interpretado el concepto del padre como el mejor amigo de su hijo. Algunos han desvirtuado el concepto de la paternidad y en lugar de ser el mejor amigo de sus hijos ahora resulta que son panas, con los que se puede hacer de todo. La base para este concepto desvirtuado es y cito; “para que se vayan a la calle a consumir drogas, que lo hagan en la casa, así los podemos controlar y están seguros.”
Mis queridos lectores les confieso que a mis cortos 56 añitos, sigo siendo un hombre de una mentalidad con gran amplitud para el manejo de otros puntos de vida. Soy alguien que da paso a las transformaciones sociales como parte de nuestro constante proceso evolutivo. Pero necesidad de perder la mente para entender, comprender, respetar y aceptar otros conceptos y estilos. Como decía mi amada abuela y le cito; “lo cortés no quita lo valiente.”
“Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.” (Viktor Frankl)
Pero con la misma entrega y dedicación que nos hacemos cargo de nuestro cuerpo, también es nuestra responsabilidad suplir los elementos necesarios para todas las necesidades que pueda tener nuestra alma (emociones). En ocasiones hemos mencionado que los hombres somos emociones, pero realmente somos mucho más que solo un conjunto de emociones, somos totalmente integrales.
Ciertamente nuestra vida está basada en relaciones, y esas relaciones están cimentadas en emociones. Peo no podemos olvidarnos que las emociones no son otra cosa que “estados afectivos que experimentamos”. En otras palabras, las emociones son nuestra respuesta a los diferentes cambios ambientales (experiencias) y a otros cambios tales como cambios orgánicos, fisiológicos y endocrinos. Pero sin duda las experiencias juegan un papel principal en las emociones que experimentamos.
Y no podríamos negar que nuestras emociones también están condicionadas y directamente influenciadas por nuestro razonamiento, nuestras actitudes y nuestras creencias, las cuales prácticamente dominan nuestras emociones. Pero lo más interesante de esta situación es, que nuestras creencias no son ni genéticas, ni hereditarias, en realidad lo que usted y yo creemos, son conceptos que otros nos han enseñado.
El problema es, que si eso que nos enseñaron no es correcto, nuestras emociones responderán en base a lo que aprendimos de forma incorrecta. Y lo peor del caso es, que uno de los procesos que presenta mayor dificultad para el hombre, es el proceso de desaprender. Para poder trabajar con un proceso de desarrollo transformacional personal y profesional en muchas ocasiones, necesitaremos desaprender todo aquello que no supieron enseñarnos, y sustituirlo por un conocimiento que nos permita convertirnos en gente emocionalmente inteligente.
Por medio de nuestras emociones es que logramos hacer contacto con los demás. Las habilidades sociales de las que nos habla la Inteligencia Emocional, no es otra cosa que nuestra capacidad de regular (no controlar), nuestras emociones para poder en primer lugar tener un mayor y mejor entendimiento de quienes somos y porque somos como somos. Para de esta forma poder entender quién es el otro y porque reacciona antes ciertas y determinadas condiciones de la forma en que reacciona. Igualmente, son nuestras emociones, esas que habitan en nuestra mente (alma), las que también nos permiten vivir las emociones más increíbles del mundo, como lo son el amor y el perdón.
“Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias, para decidir su propio camino.” (Viktor Frankl)
Nuestra actitud ante la vida será determinante para poder desarrollar una inteligencia emocional y social que nos permita ver la vida de forma diferente. Un desarrollo que nos permita asumir una actitud de ver el vaso medio lleno, cuando todos lo ven medio vacío. Una actitud que igualmente nos permita desarrollar esa empatía tan necesaria para no solo colocarnos en los zapatos del otro y lograr sentir su dolor. Sino también para poder desarrollar un tipo de empatía que nos provoque, enrollarnos las mangas y tomar control de la situación que enfrenta mi hermano. Para que finalmente juntos hagamos de los limones que nos haya tirado la vida, la más deliciosa de las limonadas. Es nuestra alma (mente) la dueña de nuestros sentimientos. Cuando decimos que amamos con el alma, lo que estamos queriendo decir es que amamos con las más profundas, maravillosas y poderosas emociones de nuestro ser.
En conclusión, cuando hablamos del alma hablamos del corazón, allí donde guardamos nuestros sentimientos más puros. Pero lamentablemente en ocasiones dejamos que en ese mismo corazón se aniden sentimientos y emociones muy oscuras. Eso me lleva a pensar en un pasaje que se registra en la Biblia que dice y cito; “de la abundancia del corazón, hablara la boca.”
Porque de aquello con lo que hayamos llenado nuestro corazón, será lo que tengamos disponible para ofrecer a los demás.
“Comprendí cómo el hombre, desposeído de todo en este mundo, todavía puede conocer la felicidad, aunque sea sólo momentáneamente, si contempla al ser querido.” (Viktor Frankl)
Es por esto que para poder decir que hemos cumplido con las necesidades de nuestro ser, además de atender y entender las necesidades de nuestro cuerpo y nuestra mente (alma), también necesitamos atender nuestras necesidades espirituales. Y nuestro espíritu no es otra cosa que, esa parte que nos une y nos conecta con el universo. Es ese lazo con ese ser supremo, esa luz, esa fuerza, esa energía, ese Dios o como usted prefiera llamarle. Cuando hablamos de espiritualidad para nada estamos haciendo alusión a ningún concepto religioso o dogmático. La religiosidad es otro concepto, uno que no necesariamente está ligado a la espiritualidad.
Trabajar con nuestra espiritualidad tiene más que ver con esa necesidad de reconocer que no importa en lo que yo quiera creer, siempre habrá un ser que es mayor que yo. Es reconocer que tenemos algo o alguien en quien podemos descansar cuando nuestro cuerpo y nuestra alma (mente) necesiten descansar y renovar fuerzas. Desarrollar un mayor nivel de espiritualidad, tiene que ver con reconocer nuestra más importante tarea, el servir. Porque la razón de nuestro espíritu siempre será un profundo llamado al servicio por los demás.
Una de mis frases patentizadas es; “Una vida sin servicio, es una vida sin sentido.” Y es que si usted y yo no servimos, pues está claro entonces que no servimos. Si en nuestro espíritu aun no habita ese ardiente deseo por servir, esto es indicativo de que aún nos falta camino por recorrer. Los más grandes hombres de la historia, dedicaron gran parte de su vida al servicio. Servir es la más hermosa sensación que un hombre pueda experimentar. Vivir la experiencia de ver la profunda alegría de otros, al disfrutar de algo por lo que carecieron por mucho tiempo, es una sensación indescriptible. Cuando se sirve entregando en el servir todo nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu, no existe remuneración económica alguna que pueda igualar la profunda alegría que experimenta nuestro ser.
Ser seres integrales no tiene que ver con riquezas materiales, tiene que ver con un proceso de construir en nuestro ser interior la más poderosa estructura, una capaz de soportar los más fuertes embates de la vida. Ser integral es reconocer que tenemos un cuerpo para caminar o correr hasta alcanzar la meta. Ser integral es reconocer que por medio de nuestra alma (emociones) podemos impactar positivamente la vida de otros. Sin lugar a dudas, ser integral es reconocer que somos parte de una indescriptible fuerza sobrenatural. Una fuerza que nos impulsa a utilizar nuestra resiliencia para sobreponernos de las experiencias negativas con una mayor facilidad. Una resiliencia que también nos permita alcanzar una sólida convicción, de que estamos y estaremos, dispuestos y disponibles para seguir haciendo lo que sea necesario hacer y por el tiempo que así sea necesario hacerlo. Y finalmente ser integrales es hacer uso de la empatía y las habilidades sociales para para conectar con los demás y apoyarles en su proceso de alcanzar un mayor nivel de desarrollo personal y profesional.
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